Velodromo de invierno by Juana Salabert

Velodromo de invierno by Juana Salabert

autor:Juana Salabert [Salabert, Juana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama, Histórico
ISBN: 9788432210969
publicado: 2001-03-31T16:00:00+00:00


1992 IV

—Es verdad que fui un crío solitario... En cierto modo, y después de haber leído su manuscrito, tengo la sensación de haber sacado bastantes rasgos del carácter de su hermano... Del otro Herschel, del primero, quiero decir. Del que hubiera debido ser mi tío.

En esa ocasión fue él quien me obligó a quedarme un día entero en la cama. Había aprovechado mi aturdimiento para avisar al médico del hotel, y éste nos aseguró que no ocurría nada, yo necesitaba simplemente veinticuatro horas de descanso, podía recetarme unas píldoras, si eso me tranquilizaba... No, nada de píldoras, farfullé enojado, teníamos mucho quehacer por delante como para perder el tiempo en inútiles curas de sueño, ya me iría a un balneario al siguiente milenio...

De todos modos, el médico dejó una receta sobre el escritorio, y Herschel cerró la puerta a sus espaldas riéndose como loco, «menudo rabión que resultaste ser, Miranda». Adujo que por meterme al cuerpo una sola de esas malditas píldoras no iba a convertirme en un adicto a los somníferos y tranquilizantes como su madre, y salió en busca de una farmacia. Pasé todo el día durmiendo. Y al otro día lo llamé bien temprano y nos fuimos al despacho de los abogados y concertamos desde allí la cita con el notario para la siguiente mañana.

—No es que me diesen miedo los otros niños, ni que detestase su compañía... Pero me gustaba estar solo. Y era tímido, además. A vos sí que no me lo imagino tímido de chico, Sebastián.

—Seguro que no, aunque quién sabe... Ha pasado demasiado tiempo.

Le pregunté si le gustaba la ciudad, esperaba que ayer no se hubiera pasado las horas muertas a la cabecera de mi cama de viejo, atento a mis ronquidos y al ritmo de mis pulsaciones como un enfermero novato, ¿habría salido a dar algún paseo, al menos? Tampoco había venido exactamente a hacer turismo, repuso, y después asintió, sí, había salido unas horas, deambuló por la antigua judería y comió en el puerto viejo, en una ruidosa taberna de largas mesas de madera y carteles taurinos por las paredes, incluso le había rondado por un instante la vaga idea de preguntar por el cementerio, pero luego la desechó, no se sentía capaz de ponerse a caminar entre tumbas y cruces a la búsqueda de la lápida del hombre que dijo ser su padre, del desconocido que cuando ya no pudo seguir escribiéndola se habituó a llamarlo a él, como si esperase aún que contestase al teléfono una voz de mujer, siempre percibía «aquello», su inconsciente y fugacísima decepción al oírlo responder a «él», y no a ella, al otro lado del mundo. «Ah, eres tú, Herschel», le decía, como si hubiera podido tratarse de algún otro, «justamente te llamo porque me estuvo apeteciendo durante toda la mañana hablar contigo». Había regresado a pie al hotel por calles sinuosas que daban al mar, y atravesado plazoletas con fuentes de gastados monstruos marinos, y en una plaza más grande se había refugiado del repentino arreciar de la lluvia bajo los soportales de arcadas.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.